martes, 28 de septiembre de 2010

Escribir

Hace tiempo que no escribo, me la paso leyendo, buscando las palabras que yo no tengo. Pero resulta que la palabra ajena nunca te calma, es necesario escribir y escupir palabras, que aunque no suenen bonitas, puedan ser, intenten materializar algo de nuestros sentimientos.
Necesito escribir furiosamente, presionar la birome al papel, marcar el espacio, que el sentimiento quede grabado en cada curva de la letra.
Necesito escribir que soy feliz y tambien que ya no aguanto. Necesito que la tinta corra y dejar correr al tiempo.
Necesito dar vueltas por mi mente, construir con el pensamiento.
Necesito escribir lo invisible, lo que no entiendo.
Necesito escribir con fuerza.
Necesito escribir con el corazon acelerado.
Quizas las letras sean mariposas y traigan volando nuevos significados.

martes, 27 de julio de 2010

Dejar ir, querer quejarse

¿A que velocidad escapa lo que damos por perdido,
lo que creíamos caído del cielo?
Quique Gonzales

Cuando uno decide dar por perdido una situación, es como si un viento fuerte se llevara de repente el gran castillo de arena que alguna vez construimos.
Que con paciencia y esfuerzo construimos. Pero ahora dejamos ir porque ya no importa. Y el viento lo deshace, lo desarma, lo rompe. Y uno mira con indiferencia, está a nuestro alcance hacer algo pero no lo hacemos.

Lo dejamos ir.
Al darlo por perdido, decidimos que ese castillo ya no es de nosotros ni para nosotros, que puede irse y ser en otra parte, o no ser más.
Si, absurdamente podemos darnos el lujo de olvidar y hacer como que nunca existió, borrar su presencia de nuestra historia.
Y el castillo, ya pura arena, tan liviano se va a toda velocidad lejos de nosotros, el viento lo empuja cada vez con más fuerza, y se lleva todo lo que hay en él.
Al parecer, nosotros no sentimos nada, ni pena ni alivio.



Pero que distinto es cuando uno no puede dar por perdido algo.
En ese caso vientos tremendo pueden querer alejarnos de nuestro castillo, y aun así, puede pasarnos que nos sentimos atrapados entre sus paredes.
Y el castillo, ya deforme, un huracán de arena nos envuelve.
Y nos dejamos envolver.

domingo, 18 de julio de 2010

Oportunidades

Un punto que se une a otro, y forma una línea, que es curva, que es blanca. Es tu sonrisa.
Un color que no es cualquiera porque es el color que uno inventa para pintar su propia vida.
Un libro que tiene sentido cuando lo lee esa persona con tanta sed de paz.
Un reencuentro que es un nuevo comienzo.
Despertar y que el sol entre por los agujeros de la persiana.
Un dibujo con tiza de colores.
Un atardecer naranja, rosa, violeta.
Un miércoles de lluvia.
Bailar hasta que te duelan los pies.
Jugar con las palabras.

Siempre hay algo, por mas chiquito que sea, que te aferra a eso que recibe el nombre de felicidad.
Siempre hay buenas propuestas.
Todos los días pueden brillar.

Siempre quiero mas.

sábado, 5 de junio de 2010

Otro refugio

En un archivo donde colecciono papeles, recortes que me ayudan a vivir, tengo una fotografía del terremoto que destruyó hace años Concepción de Chile : una pobre india, que ha recompuesto precariamente su ranchito hecho de chapas de zinc y de cartones, está barriendo con una escoba ese pedazo de tierra apisonada delante de su casucha. ¡Y uno se hace preguntas teológicas! ¡Cuánto más demostrativa es la imagen de la pobre indiecita que sigue barriendo su casa y cuidando a sus hijos! Esta clase de seres nos revelan el Absoluto que tantas veces ponemos en duda, cumpliéndose en ellos, como dijera Holderlin, que donde abunda el peligro crece lo que salva.

Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad. Tengamos en consideración entonces las palabras de María Zambrano: “No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero”. Muchas utopías han sido futuras realidades.

Son muchos los motivos, me dirás, podrías decirme, para descreer de todo.
Los jóvenes como vos, herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no les otorga cobijo. En este desguarnecimiento existencial y metafísico, sufren huérfanos de cielo y de techo. Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debés de pensar que no hay un cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre. La banalidad con que se degradan los sentimientos más nobles, degenerando al hombre en una patética caricatura, en un ser irreconocible en su humanidad.

Yo también tengo muchas dudas, y en ocasiones llego a pensar si son válidos los argumentos con que he intentado hallarle sentido a la existencia. Me reconforta saber que Kierkegaard decía que tener fe es el coraje de sostener la duda. Yo oscilo entre la desesperación y la esperanza, que es la que siempre prevalece, porque si no la humanidad habría desaparecido, casi desde el comienzo, porque tantos son los motivos para dudar de todo. Pero por la persistencia de ese sentimiento tan profundo como disparatado, ajeno a toda lógica -¡qué desdichado el hombre que sólo cuenta con la razón!- , nos salvamos, una y otra vez [...].



Ernesto Sábato.
Antes del fin.

domingo, 30 de mayo de 2010

Un libro

[...]

En una palabra: es indispensable, como pedía el oráculo griego, conocerse a sí mismo. He aquí el primer paso hacia la sabiduría. Pero la última etapa de la sabiduría estriba en penetrarse de lo insondable del alma humana. Nosotros mismos somos el misterio final, y aún después de haberse averiguado el peso del sol, y midiendo las fases de la luna, y seguido sobre el mapa, estrella por estrella, las siete constelaciones, aún nos falta conocernos a nosotros mismos.

[...]

De profundis - Oscar Wilde

Entonces, uno va corriendo por la vida, haciendo malabares con las obligaciones, durmiendo poco, con la ansiedad en lo mas alto.
Y un libro te da paz de una manera tan pura.
Y un libro te abre los ojos.
Y uno no puede mas que compartirlo.

viernes, 5 de marzo de 2010

Repetición

Empuja el ladrillo todos los días.
Lo empuja aunque en verdad las ganas son de esconderse detrás del rectángulo macizo, detenerse, cerrar los ojos y que no importe que el mundo se caiga.
Pero las cosas siempre le importan demasiado. Piensa demasiado.
Entonces sigue empujando el gran ladrillo, que desde el cansancio toma dimensiones descomunales. Y da la sensación de que de esa acción, el empuje, que ella debe llevar a cabo, dependiera el curso de la vida.
No quiere pensar qué puede pasar si dejara de empujar.
Tiene las manos asperas de tanto empuje, de tanto choque contra el ladrillo con apariencia tosca y caras rugosas. Y además avanza poco.
Maldito ladrillo que la deja a ella con las manos llenas de callos de dolor.
Maldito ladrillo que le impide el paso hacia ese otro mundo, en donde las cosas están mas cerca, la gente va mas liviana, sin ladrillos, y la felicidad es posible a la hora de la tarde.
Pero desde su lado, solo se trata de empujar.
Mañana, tarde, noche, empujar.
Feliz, cansado, triste, empujar.
Empuja, aunque la espalda se le parta y sienta que por toda su columna vertebral recibe puñaladas de soledad, angustia y desamor.
Empuja, aunque los ojos le ardan de tanto ver lo mismo todos los días. El mismo ladrillo de aristas filosas. Cierra sus ojos para cubrirlos de esa realidad, pero los ojos siguen doliendo. Decide seguir mirando, todos los días y ella ahí mirando.
Y empujando.
Empuja, con los talones raspados, con las rodillas sangrando. Empuja, con el cuerpo destrozado y el alma por el piso. Igual empuja.
Empuja el ladrillo todos los días.

viernes, 26 de febrero de 2010

El truco de viajar en tren

Sentada junto a mi ventana, miro mi jardín, escucho la bocina del tren que pasa a dos cuadras/ el silencio de la noche lo permite...
Alguien estará volviendo a su casa, después de una larga jornada de trabajo. Quizá otro vaya durmiendo en el mismo vagón.
En el 2008, yo iba a la facultad a la noche, y volvía en tren. La mayoría de los días me cruzaba a un grupo de trabajadores/ de entre 30 a 45 años mas o menos. Eran 7 u 8 amigos que siempre tomaban en mismo tren. Pienso que quizá así se conocieron, viajando en tren de sus casas al trabajo, y volviendo otra vez.
La cuestión es que mientras pasaban las estaciones jugaban al truco, con todo lo que eso implica, risas, bromas, gritos con todas las fuerzas ¡de truco, quiero re-truco y quiero vale cuatro!
Y así pasaban el viaje, que era largo, de Retiro a Pilar. Por lo que tenían 10 o mas estaciones para estar todos juntos antes de que empezaran a bajarse en las diferentes localidades.
Jugaban cuatro y el resto comentaba, estoy segura que ambos papeles eran divertidos de llevar, esos hombres se reían tanto...
Cuando se empezaban a bajar, primero uno, después otros dos, de a poco en distintas estaciones, todos se saludaban con alegría.
"Hasta mañana, no te quedes dormido, agarra bien el tren, mañana te paso por arriba en el truquito, mañana me das la revancha, yo te vuelvo a ganar" esos eran algunos de los comentarios que todo el vagón escuchábamos.
Hasta que el tren arrancaba, se hablaban los de arriba del ferrocarril con los que descendían a la plataforma.
Siempre con risas, con saludos fervorosos.
Se notaba que el "partidito" era como un recreo para esos trabajadores. Un paréntesis entre ser el obrero que debe estar firme varias horas de laburo y la vuelta a ser el jefe de familia en el hogar.
Ese truquito, un espacio para ser amigos despreocupados, con racha o no de ligar el as de espada.