domingo, 25 de enero de 2009

* detalles

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Un vicio: El amor. ^_^
Una virtud: Tengo mucha paciencia, soy detallista, me gusta escuchar.
Un defecto: Soy estructurada, soy un poco cobarde, soy demasiado perfeccionista.
Un color: El celeste, pero me gustan todos los colores.
Un número: Siempre elijo el 11.
Una canción: Muchacha ojos de papel me da paz.
Una película: Antes de amanecer y Antes del atardecer me gustan mucho.
Un libro: Alguno de Cortázar.
Una hora del día: Cuando la tarde esta cayendo y el cielo se pone naranja.
Un momento del día (reservado sólo para mí): Cuando dibujo o leo.
Un momento (para compartir con otros) : Merienda compartida con alguien con quien me gusta converzar.
Un día del año: Los del mes de Abril, los miércoles, los domingos que se dejan no ser domingos silenciosos.
Una prenda de vestir: Los vestidos.
Un plato: Las empanadas que hace mi mamá.
Una ciudad: Buenos Aires, con su furia y todo yo me quedo acá.
Un animal: Los pájaros, sus colores, sus alas, sus maneras de volar.
Un sueño: Seguir soñando siempre.

Me voy en busca del mar y la calma.
Visiten mi otro blog http://esuncolor.blogspot.com/
Es chiquito pero está creado con cariño.

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domingo, 18 de enero de 2009

Abrazados

La llaman calle de abrazados
porque en las noches de domingo
hay dos, tan sólo dos
una mujer y un hombre
desentendidos, misteriosos
que se citan allí como dos náufragos
y cada náufrago se abraza
al otro cuerpo salvavidas.
[Mario Benedetti]

Hay una calle en mi cuidad por la que paso seguido, es una calle angostita, adoquinada. Las casas que la delimitan son bajitas y pintorescas, con ventanas tan coquetas que se arquean las pestañas, quiero decir las rejas, y se visten con sus mejores cortinas.
Las veredas son estrechas, de baldosones antiguos, que si no están cubiertas de hojas secas es porque reinan los pétalos de flores en primavera.
De noche, los farolitos son los protagonistas de la cuadra, van encendiendo lucecitas desde el principio, hasta que del final de la calle se salta al cielo, donde quien brilla es la luna.

Es una calle agradable todos los días y todas las noches, pero es más hermosa los domingos cuando el sol se oculta.
Les voy a contar por qué.
Les dicen los abrazados.
No son vecinos del barrio, pero son parte de la historia de nuestra comunidad, aquí todos los conocemos, y algunos también los esperamos.
Las tardes de los domingos suelen ser silenciosas, y con ese aire de “no pasa naranja”, pero cuando empieza a caer la tarde, llegan los protagonistas de nuestra novela preferida, de nuestra historia real.
Él llega más temprano, habrán sido dos o tres las veces que fue al bar, pero casi siempre espera sentado en el cordón de la vereda /la calle no es muy transitada/ saca un cigarrillo.
Cuando ella llega siempre parece más linda que el domingo anterior, es fina, se nota en su manera de vestir, pero más en su forma de sonreír.
Desde que la veo aparecer, me da la sensación de que correría al encuentro de aquel que ya se levantó, y no sabe qué hacer con las manos, pero prefiere caminar segura, a ritmo habitual y elegante.

Cuando consiguen estar frente a frente, se podría decir que sus miradas lo dicen todo.
Se miran por un momento, y ya sus cuerpos son uno, se dejan caer en un abrazo, los brazos de uno sostienen al otro. Se detienen, se respiran, se recorren. Es como si los brazos de él hubiesen sido creados para envolver la cintura de ella. Se comunican, se entienden.
Se citan los domingos, se abrazan para siempre.

Cuando tengo la oportunidad, los miro desde una de las ventanas pestañas curvadas del bar, si otro también los vio, sabrá entender por qué pienso que abrazan la cuidad, que embellecen la calle, que nos salvan.

Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.
[Eduardo Galeano]

sábado, 10 de enero de 2009

Encontrados

Aparece.

Los árboles se quedan intactos como si estuvieran dibujados, las hojas perfectamente quietas, una al ladito de la otra, no se animan a soltarse de la rama por miedo a caer y que el crujir de su cuerpecito contra el piso rompa el fascinante silencio del momento.
Los pajaritos quisieran cantar, las mariposas quisieran bailar, las flores abrirse al sol, el sol pintar el cielo, todos quisieran ser los protagonistas de esta historia, pero no lo hacen, no cantan, no bailan, no se mueven, pues saben que no es su turno, sino el momento de aquel que aparece.
Los caminos parecen abrirse para que avance, los semáforos acuerdan para darle verde a su paso, ninguna puerta está cerrada con llave, ninguna ventana tiene baja su persiana, ninguna piedra se entromete en un zapato.
La luz va enfocando su silueta lo que resalta su belleza.
Todo colabora para que se de el tan preciado momento.

Y ahí va el amor, cruzando la plaza de punta a punta, en busca de la muchacha que lee en el banco y el chico que anda fotografiando el parque.
Todos esperan el momento del encuentro, menos estos dos que serán gratamente sorprendidos.

Ahora. Las miradas se topan, se descubren, se hablan.
Y entre la distancia que dejan sus cuerpos, pasa el amor, como una brisa, creando lo maravilloso y, marcando así el comienzo para que los árboles se agiten, los pájaros canten, el cielo anaranjado festeje porque todavía se puede amar a primera vista.

[...]

Sólo el amor
engendra la maravilla.

domingo, 4 de enero de 2009

Corazón de cristal

¿Dónde vas? Quédate junto a mí.
Corazón tempestad, corazón desmesura.
No soy mas que un eterno aprendiz,
que si no está contigo se ahoga en su propia cordura.