domingo, 18 de enero de 2009

Abrazados

La llaman calle de abrazados
porque en las noches de domingo
hay dos, tan sólo dos
una mujer y un hombre
desentendidos, misteriosos
que se citan allí como dos náufragos
y cada náufrago se abraza
al otro cuerpo salvavidas.
[Mario Benedetti]

Hay una calle en mi cuidad por la que paso seguido, es una calle angostita, adoquinada. Las casas que la delimitan son bajitas y pintorescas, con ventanas tan coquetas que se arquean las pestañas, quiero decir las rejas, y se visten con sus mejores cortinas.
Las veredas son estrechas, de baldosones antiguos, que si no están cubiertas de hojas secas es porque reinan los pétalos de flores en primavera.
De noche, los farolitos son los protagonistas de la cuadra, van encendiendo lucecitas desde el principio, hasta que del final de la calle se salta al cielo, donde quien brilla es la luna.

Es una calle agradable todos los días y todas las noches, pero es más hermosa los domingos cuando el sol se oculta.
Les voy a contar por qué.
Les dicen los abrazados.
No son vecinos del barrio, pero son parte de la historia de nuestra comunidad, aquí todos los conocemos, y algunos también los esperamos.
Las tardes de los domingos suelen ser silenciosas, y con ese aire de “no pasa naranja”, pero cuando empieza a caer la tarde, llegan los protagonistas de nuestra novela preferida, de nuestra historia real.
Él llega más temprano, habrán sido dos o tres las veces que fue al bar, pero casi siempre espera sentado en el cordón de la vereda /la calle no es muy transitada/ saca un cigarrillo.
Cuando ella llega siempre parece más linda que el domingo anterior, es fina, se nota en su manera de vestir, pero más en su forma de sonreír.
Desde que la veo aparecer, me da la sensación de que correría al encuentro de aquel que ya se levantó, y no sabe qué hacer con las manos, pero prefiere caminar segura, a ritmo habitual y elegante.

Cuando consiguen estar frente a frente, se podría decir que sus miradas lo dicen todo.
Se miran por un momento, y ya sus cuerpos son uno, se dejan caer en un abrazo, los brazos de uno sostienen al otro. Se detienen, se respiran, se recorren. Es como si los brazos de él hubiesen sido creados para envolver la cintura de ella. Se comunican, se entienden.
Se citan los domingos, se abrazan para siempre.

Cuando tengo la oportunidad, los miro desde una de las ventanas pestañas curvadas del bar, si otro también los vio, sabrá entender por qué pienso que abrazan la cuidad, que embellecen la calle, que nos salvan.

Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.
[Eduardo Galeano]

5 comentarios:

Le Petit Prince dijo...

Benedetti y Galeano le dan el toque sutil de perfeccion a esta belleza de texto.

Floretta dijo...

historias de barrio.
yo no tengo tantas. tendría que recorrerlo más. pero ya lo recorro bastante y me encuentro con muy pocas.

un beso enooorme :)

Pame... dijo...

quiero morir en pequeñas muertes!!

g. dijo...

Me parece que los estoy viendo.
Tengo ganas de verlo... Algo así hace creer que el amor existe; ¿no?

... Aunque muchas veces me den celos.

Besos, hermoso texto.

Unknown dijo...

muy lindo celes, como siempre.