lo que creíamos caído del cielo?
Quique Gonzales
Cuando uno decide dar por perdido una situación, es como si un viento fuerte se llevara de repente el gran castillo de arena que alguna vez construimos.
Que con paciencia y esfuerzo construimos. Pero ahora dejamos ir porque ya no importa. Y el viento lo deshace, lo desarma, lo rompe. Y uno mira con indiferencia, está a nuestro alcance hacer algo pero no lo hacemos.
Lo dejamos ir.
Al darlo por perdido, decidimos que ese castillo ya no es de nosotros ni para nosotros, que puede irse y ser en otra parte, o no ser más.
Si, absurdamente podemos darnos el lujo de olvidar y hacer como que nunca existió, borrar su presencia de nuestra historia.
Y el castillo, ya pura arena, tan liviano se va a toda velocidad lejos de nosotros, el viento lo empuja cada vez con más fuerza, y se lleva todo lo que hay en él.
Al parecer, nosotros no sentimos nada, ni pena ni alivio.
Pero que distinto es cuando uno no puede dar por perdido algo.
En ese caso vientos tremendo pueden querer alejarnos de nuestro castillo, y aun así, puede pasarnos que nos sentimos atrapados entre sus paredes.
Y el castillo, ya deforme, un huracán de arena nos envuelve.
Y nos dejamos envolver.