miércoles, 9 de diciembre de 2009

• Ver

Es mediodía y James Baldwin está caminando con un amigo por las calles del sur de la isla de Manhattan. La luz roja los detiene en una esquina.
-Mira -le dice el amigo señalando el suelo. Baldwin mira. No ve nada.
-Mira, mira. Nada. Allí no hay nada que mirar, nada que ver. Un cochino charquito de agua contra el borde de la acera y nada más.
Pero el amigo insiste: -¿Ves? ¿Estás viendo?
Y entonces Baldwin clava la mirada y ve. Ve una mancha de aceite estremeciéndose en el charco. Después, en la mancha de aceite ve el arco iris. Y más adentro, charco adentro, la calle pasa, y la gente pasa por la calle, los náufragos y los locos y los magos, y el mundo entero pasa, asombroso mundo lleno de mundos que en el mundo fulguran; y así gracias a un amigo, Baldwin ve, por primera vez en su vida ve.

La función en el arte/3 • Eduardo Galeano

Yo sigo intentando ver de otra manera.
Sigo intentando dejarme sorprender por la vida.
Nos acostumbramos tanto a que las cosas sean de tal manera.
Nos acostumbramos tanto a la rutina, a lo mismo de todos los días.
Nos acostumbramos a ver siempre desde el mismo ángulo.
¿Y si giramos?
Quizás encontremos novedades pero de cielo abierto.

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