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Los ví en una esquina.
Yo iba caminando por las mismas calles rotas de todas las noches, de todas las vueltas a casa.
Con tanto yo en la cuidad, me acostumbré a las grietas del asfalto, a los grises del cemento y a los pálidos abrigos para el frío.
Por eso, el asombro me rebalsó en el interior cuando los ví y no pude más que quedarme mirándolos.
En una esquina estaban dos minúsculos seres haciéndole frente al frío y a los grises...
Una pareja jugaba a inventar el color del amor.
Moldeaban el amor, con la simpleza de construir con besos, palabras y abrazos un sentimiento único como ese.
Ella se dejaba abrazar por él, le sonreía, y lo miraba con esos ojos de muchacha enamorada, que tiene todo el tiempo del mundo para dejarse cuidar por esos brazos.
El la abrazaba dulcemente, buscaba sus labios, como si cada beso fuera el primero, como si cada gesto fuera ideal.
[Y yo]
Yo que era de la parte gris de la cuidad, pude percibir los hermosos colores del amor.
Reconozco que me sentí triste por no poder perderme en un abrazo tan cálido, más con tanto frío, me di cuenta que los abrazos cubren más que cualquier abrigo.
Pero también me sentí torpe por hacerme expectadora de un momento de película en la vida real y... al instante que era de ellos dos, hacerlo mío de alguna manera.
Entonces miré al piso, y despues a otro punto de fuga y después al final de la calle.
Doble en la esquina y la pareja quedó detras, seguramente sin darse cuenta de mi presencia.
[...] Los dos amantes se echan a un lado y sólo siguen sus corazones y así dan cuenta de un buen amor [...]
Silvio Rodríguez - Qué se puede hacer con el amor